La innovación inclusiva es un concepto que busca unir la ciencia, la tecnología y la innovación para crear proyectos a favor de la igualdad social. De manera que los emprendimientos surgidos bajo la sombrilla de este término produzcan, de forma total o parcial, bienes y servicios de calidad a bajo costo y que fomenten la inclusión participativa de personas en condición de discapacidad.

Quienes emprenden en esta rama se mueven por el deseo de ofrecer soluciones a problemas sociales. Stephanie Valencia y Jennifer Rodríguez, dos ingenieras biométricas cuyas ideas de negocio ejemplifican perfectamente la noción de innovación para la inclusión. La propuesta de Stephanie Valencia es un dispositivo llamado Ijwi, término que significa “voz” en kinyarwanda (idioma de Ruanda).

Este consiste en una unidad modular que ofrece una vía de comunicación entre niños con autismo no verbal o con parálisis cerebral y sus familiares, cuidadores o instructores.

La ingeniosa herramienta, que ya ha sido probada con éxito en Ruanda, es capaz de expresar lo que el niño quiere decir, valiéndose de diferentes pictogramas que, al ser colocados sobre un lector, transmiten la información que contiene.

Una de las particularidades más llamativas de Ijwi, además de tener un costo de unos 40 euros, es que su diseño está enmarcado en la concepción de “código abierto”, por lo que puede ser adaptado a las necesidades del niño en función del grado de discapacidad, lo que sin duda abre una infinidad de posibilidades.

Valencia afirma que la inspiración para crear dicho aparato fue la frustración que le provocaba ver cómo a la fecha de hoy las personas con discapacidad no tienen acceso a la tecnología que bien pudiera ayudarles con a comunicarse. Su trabajo la ha llevado a desarrollar el dispositivo VBraille, un teclado vibratorio que permite que las personas con sordoceguera puedan enviar y recibir mensajes a través del tacto.

Sus limitaciones a pesar de los grandes avances en el área. “Me preguntaba cómo es posible que en un mundo donde tenemos los más asombrosos avances tecnológicos las personas con discapacidad no tienen acceso a lo más básico y se ven forzados a pagar altas sumas de dinero, haciendo que quienes tuviesen bajos recursos no tengan la capacidad de disponer de sus beneficios. Cuando hablamos de innovación para la inclusión, el factor más determinante es que no todos somos iguales. Entonces, no podemos crear productos que le sirvan a un único tipo de personas”, puntualizó.

Por su parte, Jennifer Rodríguez ha dedicado sus esfuerzos a ayudar a las personas con discapacidad visual y auditiva a comunicarse. Su trabajo la ha llevado a desarrollar el dispositivo VBraille, un teclado vibratorio que permite que las personas con sordoceguera puedan enviar y recibir mensajes a través del tacto.

Básicamente, el VBraille interpreta el mensaje que el sordociego desea expresar y lo traduce a un texto escrito que -por vía Bluetooth- es enviado a un ordenador portátil, donde es visualizado por el interlocutor. Para utilizar el dispositivo, es necesario conocer el sistema de escritura braille, ya que la unidad integra seis teclas, una para cada posición del alfabeto braille que -al ser oprimidas- componen letras y números.

Sobre la motivación que la llevó a impulsar la creación del novedoso aparato, Rodríguez expresó: “Mi idea nace de un problema evidente que existe entre el personal de área de la salud para comunicarse con los pacientes que padecen de sordoceguera, lo que plantea una brecha comunicativa muy grande. Pero, más allá de la problemática evidenciada, el proyecto nace de la pasión y las ganas de aportar una solución. Tengo la certeza de que cuando un emprendedor no está apasionado por lo que hace, le resulta muy difícil materializar su proyecto”.

El perfil de estos dos proyectos forma parte de un paradigma que modela cómo la sensibilidad social puede estar en sintonía con el propósito económico que fundamenta todo negocio.

Desde su concepción, ambas iniciativas están orientadas a fomentar la inclusión, no sólo con el fin de procurar un bienestar personal, sino también para aportar un grano de arena en la construcción de un mundo mejor.