Escrito por: Elvira Lora  

Cuentan que Prometeo regaló a los seres humanos el fuego y que aquel obsequio marcó el principio de la civilización. A partir de entonces no ha faltado quien sepa aprovechar las distintas oportunidades para ofrecer servicios, innovar o incrementar sus riquezas. Cada descubrimiento o nueva técnica industrial contó con la dedicación de un hombre o mujer que lideró las distintas áreas de trabajo.

Con la máxima: “No trabaje por el dinero, deje que el dinero trabaje por usted”, empezó la vida de emprendimientos de John Davison Rockefeller, el empresario creador de un imperio en el negocio de los derivados del petróleo. Nació en una familia de recursos escasos, a los 16 años era contador en Cleveland y trabajaba para Hewit and Tuttl.

Antes de cumplir la mayoría de edad puso su compañía de corretaje junto a un amigo. Este negocio marcó el comienzo de la cadena de inversiones que le llevarían a tener la fortuna más importante de Estados Unidos y una de las más grandes en la historia de la humanidad.

Utilizando maniobras arriesgadas y aprovechando todas las oportunidades posibles, Rockefeller llegó a controlar, en 1878, el 95 por ciento de la producción petrolera de los Estados Unidos. Hizo que 22 de 25 compañías refinadoras de petróleo vendieran sus negocios o se asociaran a Estándar Oil, la empresa con la que forjó su imperio. En 1888, el consorcio Estándar Oil Trust monopolizó la industria petrolera estadounidense.

Una vez establecida su fortuna dedicó grandes sumas a la educación y a apoyar iniciativas en ciencias y medicina. Fue el fundador de la Universidad de Chicago. Sus inversiones se expandieron hasta Europa y América Latina. En Latinoamérica llegó a liderar el mercado de los carburantes. 

En negocio del acero

Andrew Carnegie fue otro emprendedor que supo aprovechar las oportunidades para forjarse una fortuna. Desde pequeño fue un apasionado de la lectura sin tener mayores recursos económicos. Trabajó como telegrafista y desde ahí escaló distintos puestos hasta que en 1857 pudo invertir 600 dólares en la compañía Adán Express. Posteriormente sus inversiones se vincularon a la industria del ferrocarril, hierro y los puentes, empezando por la Pennsylvania Railroad Company. Estas maniobras sugirieron la base para su posterior éxito empresarial.

Durante la guerra civil estadounidense Carnegie fue superintendente de ferrocarriles de guerra y gracias a los contactos que le generó esta actividad se acercó al negocio del acero. Al finalizar la guerra, Andrew se desligó de los ferrocarriles para dedicarse a la fundición de hierro.

Conforme crecía su patrimonio Andrew hizo amistad con escritores y filósofos, debido al interés que desde pequeño tuvo por la literatura. Parte de sus ingresos los dedicó a la creación de bibliotecas en los Estados Unidos.

Para 1880, Carnegie Steel, la compañía fundada por Andrew, controlada la producción de acero en los Estados Unidos. Llegó a ser el principal fabricante de raíles del mundo. 

Revolución en las maquinarias

Igual que Rockefeller y Carnegie, Henry Ford supo aprovechar sus oportunidades y vincularlas a sus intereses para crear una empresa revolucionaria. Fue un hijo de granjeros, interesado desde pequeño por las maquinarias. Tras su empleo para la empresa Westinghouse empezó a diseñar modelos de vehículos a motor e incursionó en los negocios.

A partir del prototipo que Henry llamó Cuadriciclo, él junto a otros inversionistas fundó la Detroit Company. Sin embargo, en ese momento Ford tenía más interés en inventar y perfeccionar sus creaciones que en los negocios. Posteriormente participó de la creación de la empresa Ford Movile, pero la abandonó debido a diferencias con sus socios. En aquel momento decidió que trabajaría para ser su propio jefe.

En 1903, Henry junto a otros socios impulsa la Ford Motor Company. Desde esta empresa daría a conocer los resultados de sus experimentos e ideas de negocio, así como sus propuestas de incentivos laborales.

Las acciones de Henry fueron encaminadas a la reducción de costos de producción para poder vender a bajo precio. Con esa idea pudo fabricar el Ford T, un automóvil que impactó en la industria automovilística de entonces.

El Ford T contaba con mejoras tanto en el diseño como en el precio de ventas. Fue en este modelo que empezó a colocarse el timón a la izquierda del vehículo.

Para contar con una nómina de empleados al máximo de eficiencia, Henry empezó a pagar el doble de lo que se pagaba por día a cada trabajador. También redujo las horas de las jornadas laborales a ocho horas diarias. Con esos incentivos atrajo la colaboración de los mejores mecánicos e ingenieros de la época.

A diferencia de Rockefeller y Carnegie, Ford diseñó una metodología de franquicias para distribuir sus productos. De ese modo, su empresa fabricaba los automóviles, pero otros empresarios a lo largo del país podían tener sus propios negocios.

En 1913, Ford empezó a utilizar cintas de ensamblaje. Con el nuevo método eran las piezas de los vehículos las que iban hacia los trabajadores. La cinta incrementó la producción y por tanto la Ford Motor Company pudo satisfacer las demandas a mayor velocidad que cualquier otro fabricante. 

Crear la idea y aprovechar las oportunidades

Tanto Ford como Carnegie y Rockefeller fueron emprendedores que tuvieron ideas y aprovecharon las oportunidades que se les presentaron. En muchos casos tuvieron que fabricar esas oportunidades. Los tres, llegado un punto de sus vidas, dedicaron tiempo y dinero a invertir en causas que podrían mejorar la calidad de vida de la gente: Rockefeller invirtió en la educación y las ciencias mediante la fundación de la Universidad de Chicago y la Universidad Rockefeller. Carnegie pasó gran parte de su vida construyendo bibliotecas y donó los recursos para la creación del laboratorio que hoy lleva el nombre de Cornegie. Henry Ford trabajó para mejorar la calidad de vida de sus empresarios e hizo la fundación Ford, desde donde se apoyaron distintas iniciativas.

Mientras Rockefeller era un sujeto conservador que consideraba a la competencia como un pecado, Ford a su modo estimulaba la competitividad. Pero ya sea en el acero, el petróleo o la industria automotriz, cada uno de ellos encontró su nicho de mercado y se dedicó a la búsqueda de la excelencia. Tomaron de la humanidad y retribuyeron por lo tomado.

A Henry le apasionaba inventar nuevos modelos de locomoción y eso hizo. John Davis se apasionaba por los negocios y así lo hizo. Andrew nunca dejó de leer e incursionar en los círculos culturales. A fin de cuentas lo que les hizo llegar ser lo que lograron fue la dedicación puesta en vincular las lo que les sabían hacer con las necesidades de la época.